No hay duda que tu visita desde noviembre del 2019 nos ha resultado inesperada, inoportuna e indiscreta, lo que la hace poco grata. Fue subestimada además, inicialmente, en el impacto que iba a provocar en cada uno de nuestros hogares, cuyos umbrales cruzó sin autorización, ni menos aviso.
A medida que te hemos ido conociendo, sabemos que tu no discriminas, vale decir, no haces distingos de sexo, clase social, color, o posición política. Por desgracia, sólo demuestras una preferencia, la de causar más daño en los adultos mayores, la gran mayoría de los cuales son verdaderos tesoros de recuerdos y legados de experiencias y sabiduría. Es un grupo de personas que en tiempos anteriores a su llegada, teníamos prácticamente olvidadas, en la dinámica de un mundo ajetreado, automatizado, ciegos y sordos al prójimo, sobrevalorando lo material por sobre lo espiritual, quedando a un lado tanto la solidaridad como la capacidad de agradecer y valorar la vulnerabilidad de la vida. Estas personas han adquirido ahora una mayor e inesperada visibilidad social por la amenaza que tu significas para ellas.
No hay duda, que tu llegada despertó en el ciudadano común diversas emociones negativas. Encuesté a un gran número de personas – desde mi hogar por cierto, ya que no deseo conocerte presencialmente – acerca de los sentimientos que provocó tu llegada. ¿ Y sabes qué respondieron?, Mostraron un verdadero abanico de emociones: miedo, por la percepción de peligro real o supuesto, incertidumbre, angustia, desconcierto, ansiedad, preocupación, rabia, caos, nostalgia, asombro, desolación, stress, tristeza, inestabilidad emocional, familiar y económica. Incluso, mencionaron el aburrimiento, dado que como nadie quiere conocerlo, han optado por quedarse en casa. ¡Tu sí que eres muy real!
Son emociones que pueden tener un efecto cierto en nuestro organismo, provocándonos malestar y posibles enfermedades, ya sean pasajeras o crónicas. Así también el aviso de su llegada, nos ha llevado a tener comportamientos indebidos, provocados por el mismo miedo y la falta de autocontrol: compras compulsivas dejando repisas de supermercados vacías; personas contagiadas que de manera egoísta, soberbia y displicente traspasan cualquier barrera sin importar que usted se propague; uso abusivo de mensajes por las redes sociales, para “informar”” de manera inmediata cuanta cosa les llegue, otorgándole credibilidad sólo por el hecho de tener el encabezado “ médico“, o “ universidad tal o cual”, fomentando viciosamente la angustia e impotencia.
Podría, Sr. COVID19, expresar muchas situaciones desafortunadas que tú has provocado, pero no seré tan descalificadora, ya que a lo largo de estas semanas, he podido observar que tu llegada también tiene una lado B, otra cara, que ha sido despertar la gratitud y la generosidad.
La gratitud es un sentimiento que nos lleva a focalizarnos y a ser conscientes de los efectos positivos que hemos derivado de alguna experiencia. Cuando comenzamos a agradecer, comienzan tambien a fluir emociones positivas, y tiende a generarse un circulo virtuoso de bienestar, aprendizaje y desarrollo personal, aspectos que nos ayudan a sobrellevar situaciones de adversidad y sentir un paulatino bienestar.
Comencemos entonces a valorar el recordarnos lo vulnerables que podemos ser y el despertarnos la humildad y la solidaridad, adormecidas pero nó ausentes. Agradezcamos ahora poder compartir más con quienes convivimos día a día, y que tan poco tiempo a veces les dedicamos; y el poder empatizar con otros, incluso desconocidos, creando cadenas de solidaridad. Reconozcamos ahora, valoraremos y visibilicemos a muchos trabajadores que día a día pasan inadvertidos, al cuidador de personas mayores, al recolector de basura, al personal de aseo, médicos, enfermeras, auxiliares y técnicos de enfermería, a los uniformados y policías que velan por el prójimo, a los operadores del Metro y tantos otros como ellos que no pueden quedarse en casa, sino que están trabajando para que cada uno de nosotros no reciba tu indeseable visita, Sr. COVID19.
Agradezcamos también que la creatividad ha florecido como en primavera, creando videos y canciones de esperanza, que buscan entregar distracción y humor. Hemos aprendido a valorar, el canto desde un balcón, el aplauso como símbolo de agradecimiento, el acariciar, el compartir un café, y el visibilizar y colocar atención en las personas mayores a las que anteriormente olvidábamos.
Para despedirme, Sr. COVID19, te comento que esas mismas personas a las que tu ha causado miedo y les ha generado incluso un desequilibrio emocional, ven sin embargo el futuro con fe, más humano, con gratitud a Dios y con la esperanza de que este remezón que estamos pasando nos haga enfocarnos más a lo espiritual por sobre lo material, a un futuro con mayor empatía y solidaridad , con más amor y hermandad.
Tengo fé en que ya esté en su cuenta regresiva para desaparecer y ser solamente un mal recuerdo. Es hora de reconstruir nuestras vidas sobre cimientos renovados. “Mañana será otro día…”
Por: Mónica Oviedo Psicóloga en colaboración con Alejandro Sandoval Ingeniero Civil Industrial